Esta es la historia de dos hombres bajitos que se enfrentan el año 2015. Uno viene de ganarlo todo varias veces con sus clubes, mientras que el otro viene encumbrado en una copa internacional que la selección que dirige está disputando de local. Al primero le vamos a llamar Lío, al otro le vamos a poner Jorge.
Las diferencias entre ambos son escasas. Aparte de la cantidad de cabello que puebla sus cabezas y el escudo al cual está defendiendo cada uno, ambos poseen un hambre de gloria y un gusto por las revanchas. No saben, pero intuyen que sus caminos tarde o temprano se van a encontrar. Jorge es quien sale victorioso esta pasada y no duda en saludar a su adversario. Después de este evento, el camino de quien ahora sonríe toma un rumbo diferente y lo lleva a Europa.
Jorge sufre a Lío, pero lo admira. Y cómo no, si es uno de los jugadores que le quitan el sueño, y que en esas vigilias acompañadas de videos de partidos y charlas de Bielsa grabadas en mp3 se imagina dirigiendo. A cualquier persona en su sano juicio le gustaría tenerlo en su equipo, y Jorge lo enfrenta un par de veces, siempre profesándole su idolatría.
Lo que Jorge no dice, es que sabe lo que le pasa a Lío, ese tremendo problema que lo aqueja cada vez que debe enfrentar una instancia decisiva. Crisis de pánico, miedo al fracaso, como sea que se llame. Y entonces, un día, sus caminos se cruzan. Es algo que se veía venir, y para Jorge es una meta cumplida, una de tantas que ya ha marcado en su lista y de varias que le quedan más adelante. Por ahora el objetivo (difícil por lo demás) es clasificar a Lío y compañía al mundial, y Jorge no es un tipo que se limite frente a las dificultades, bien lo saben Católica, Deportivo Quito, Flamengo, Cobreloa, O’higgins y los de blanco.
Son algunos miembros de esas parcialidades quienes hoy le desean mal. Porque no pueden soportar que Jorge haya sido capaz de llevar a lo más alto a la Universidad de Chile. Porque no aceptan que haya negociado contratos con el tipo más turbio de la historia del fútbol chileno post Maracanazo. Porque les duele que les haya dado vuelta una semifinal o una final que parecían cerradas, y porque es argentino.
Les duele a algunos que sea argentino y que ahora esté cumpliendo el sueño de su carrera. Entonces la mejor manera que tienen algunos de odiarlo es deseándole el mal, a él y a quienes le rodean. Pero a Jorge no le importa; los comentarios externos siempre han sido poco menos que una anécdota para él, entonces como varias veces en su vida, decide ir para adelante. Su objetivo es tan claro como las necesidades que debe llenar, pero hay una de estas últimas que es la más urgente, y que es levantar a Lío.
Argentina necesita un líder, y este enano barbón parece no llenar el traje. Una selección caracterizada por capitanes con carácter y entrega no encuentra en él la fortaleza como para apoyar sus aspiraciones. Con Diego era más fácil, y tienen razón, pero Lío no es Diego, y tampoco es su culpa. Entonces inmediatamente después del empate con Perú en la Bombonera, Jorge se le acerca a Lío y lo siente más suyo que nunca. No solo es su dirigido ahora, también es su compañero. Y en las batallas más duras es cuando se ven los verdaderos compañeros y camaradas (vaya qué linda palabra), así es que se miran a los ojos, se dicen lo que se tienen que decir, y se unen.
Jorge y sus ayudantes trabajan en el único aspecto que le falta por mejorar a Lío, el psicológico. Y lo levantan, le muestran videos, le enseñan movimientos con los que podrá aprovechar las pocas ventajas que le da un equipo lleno de carencias. Le explican lo que significa la jineta y por qué no, lo putean un poco para remecerlo y encender definitivamente esa llama que todos llevamos en el pecho y que nos empuja a hacer las cosas con pasión y amor más allá de la efectividad. Y a ambos locos bajitos les resulta.
Lío deslumbra y Jorge cumple; no con holgura ni con demasiada claridad pero lo logra. Y ahora ellos están dentro y los de este lado de la cordillera lloran. Lloran a un técnico que no logró llenar el vacío de Jorge; lloran porque el mejor volante central del mundo no pudo estar en el duelo decisivo y su futuro es nuevamente cuestionado por esos fantasmas que él mismo acostumbra a crearse; lloran por el tiempo perdido; lloran porque para el inmediato futuro no se ve un posible recambio; lloran y se lamentan una vez y otra.
Yo por mi parte, estoy contento. Contento por Jorge y por Lío. Porque ambos fueron vapuleados en alguna ocasión, y porque para enfrentar la definición con ese peso sobre sus hombros se unieron como lo hace siempre Jorge, se guiaron juntos hasta la victoria, siguiendo incluso los lineamientos de la Democracia Corinthiana. Aparte de todo esto, Jorge le mostró a Lío ese gustito que tienen las cosas que se obtienen con todo en contra, y al parecer a Lío le fascinó.
Falta menos de un año para el mundial, y ambos tienen mucho por mejorar, pero esta linda historia nos va a traer más sorpresas. Por ahora, de este lado hay que verla por la tele, y aplaudir cuando aparezca la magia; ya quedó demostrado que la soberbia no paga y es el mejor preludio de una espectacular caída. Le pido por favor señor lector que no me pida que me saque la camiseta, lo que pasa es que para algunos de nosotros es imposible abandonar el azul y poner el rojo más arriba en el escalafón de importancia.
Nacho Márquez | Radio AzulChile.cl