Hoy comenzamos nuestro especial conmemorativo de los 28 años de la estadía de nuestra querida Universidad de Chile en la serie B del fútbol nacional. Con esta serie de relatos, queremos hacer un sentido homenaje al equipo que logró la hazaña de volver a la U al sitial del que nunca debió salir…este es el recuerdo de los héroes olvidados de 1989.
Cuando hablamos de ídolos o jugadores importantes de la U de Chile a lo largo de su gloriosa historia, casi siempre evocamos los nombres de Leonel Sánchez, Marcelo Salas, Sandrino Castec, Carlos Campos, Johnny Herrera, Eduardo Vargas o Charles Aránguiz. Todos ellos tienen un lugar importante en los hermosos recuerdos de nuestro amado club, como también en el corazón de los hinchas. Sin embargo, hay un grupo de jugadores que, como dice el popular dicho,»bailaron con la fea». Un puñado de futbolistas que literalmente le pusieron el pecho a las balas, nos referimos al plantel que enfrentó el torneo de segunda división en 1989.
Quizás, para muchos hinchas más jóvenes los nombres de Eduardo Fournier, Ricardo Vásquez, José Díaz, Raúl Díaz, Horacio Rivas, Roberto Reynero, Marcelo Silva, Cristián Olguín, Severino Vasconcellos, Carlos Cisternas y Marcos Fajre no signifiquen mucho, sin embargo, para la generación de los 35 años hacia arriba representan mucho. Ese grupo de futbolistas coincidieron en un momento triste del club, pero a la vez fueron testigos privilegiados y protagonistas a la vez de cómo se forjó la mística y fidelidad de la hinchada, aquella pasión que la terminó convirtiendo en la mejor barra del país y en una de las mejores de Sudamérica.
Yo tenía 9 años cuando la U estuvo en «los potreros» como despectivamente decían los hinchas de otros equipos. Déjenme contarles que fue una época dura en términos de compartir gustos futbolísticos con amigos del barrio o del colegio. Había que ser valiente para aguantar las burlas de los otros niños, pero uno lo era. Generalmente, en la infancia la gente amante del fútbol les llama la atención los equipos ganadores, los que están en la palestra, los que alaban la prensa, no obstante, los que elegimos amar a la U para toda la vida nos fuimos por el camino difícil, el pedregoso, algo que otras personas nunca entendieron y del que ahora que soy adulto me siento orgulloso de haber elegido.
En eso tuvieron mucho que ver Fournier, Rivas, Vasconcellos y compañía. Mientras para otros de mi edad sus ídolos eran Van Basten, Lineker o Caniggia, para mí lo era el chico Hoffens con sus medias abajo. Mientras otros alucinaban con las jugadas y goles de Maradona, yo era feliz en el patio de mi casa imitando los movimientos y la forma en cómo le pegaba a la pelota Marcos Fajre.
Sin duda fue una época dura en lo deportivo, pero linda en lo emocional. Agradezco enormemente hasta el día de hoy a mi papá por haberme hecho hincha de la U, por ser cómplices de ir al estadio en momentos complicados, por comprarme el banderín de la U corcheteado en una varilla de madera. Quizás el viejo no me deje cosas materiales cuando fallezca, pero me dejará como herencia algo más importante, el amor incondicional por un equipo de fútbol que para mi es más que eso…es mi forma de vida.
Pero principalmente, agradezco a ese puñado de héroes olvidados que en sólo un año recuperaron el sitial de la U en la primera división, sin duda les daré las gracias por haber ayudado a armar de los cimientos de la actual U, ese fenómeno cultural, social y de masas que dice que este club es más que una pasión y que su grandeza no se mide ni se medirá en títulos.