Estamos ad portas de aquella gloriosa noche de Diciembre, donde fuimos testigos ante un estadio colmado, y todos aquellos que estábamos sentados frente a un televisor o escuchando la radio, de la proeza épica de un equipo sediento, que quería romper maleficios y el muro de semifinales de la Copa Libertadores, para de una vez por todas llenar su vitrina de una copa internacional.
En el horizonte azul se vislumbraban varios equipos de renombre como Vasco da Gama, Nacional, y muchos otros, y figuras de talla mundial como Ronaldinho, pero el equipo de Sampaoli no estaba para sorpresas, venían con una inyección anímica tremenda por lo que fue el título frente a la Católica y ese fue el primer paso de lo que sería otra época dorada del club después de lo que logro el Ballet.
Haciendo esta columna es imposible no recordar como fue el camino a conseguir el premio mayor, primero Fénix de Uruguay, luego el gran Nacional coterráneo de Fénix, con una llave atípica, partido de vuelta suspendido iniciando el segundo tiempo, al otro día lo dan por terminado y a octavos de final para dar el batacazo más grande del que un hincha azul pueda tener memoria, eliminar al equipo más grande de Brasil y que debe tener una de las hinchadas más grandes a nivel mundial: Flamengo, donde estaba Ronaldinho y fue en el mismísimo Maracaná, con un inapelable marcador de cuatro a cero (pudieron ser más, pero errores arbitrales no lo permitieron), y me atrevo a decir que después del golazo de Vargas en la final, en este partido vi el segundo mejor gol de la copa, el de Lorenzetti y esa contra infernal que ningún equipo era capaz de parar. Luego de haber botado a ese gigante, venía un equipo campeón de esta misma copa, argentino, y no era ninguno de los 5 grandes, era Arsenal de Sarandí, al igual que contra Flamengo, partimos jugando de visita y recuerdo ese dos a uno conseguido porque en los canales argentinos ya hablaban de que este era el candidato, que no había rival para ellos y muchos halagos, que no se si lo hacían de mufa o verdaderamente estaban siendo objetivos, pero eso es otro cuento.
El partido de vuelta recuerdo, pintó más fácil de lo que pensé, tres a cero inapelable y a semifinales, el bajar una estrella internacional ya se aproximaba a pasos agigantados pero nuevamente un renombrado equipo de Río de Janeiro aparecía en nuestro camino, Vasco da Gama de Juninho Pernambucano (uno de los mejores pateadores de tiros libres que he visto), empate a dos en tierras cariocas y Santa Laura fue el estadio para la vuelta, donde con goles de Canales y Vargas ya teníamos el pase abrochado a la final, atrás quedaban años de frustraciones, de amarguras por solo llegar a las semifinales de Libertadores, pero guardemos comparaciones, la Libertadores se la quisiera cualquiera, pero ya estábamos dentro de una final internacional. El último y difícil escollo de este largo transitar por Sudamérica tenía su primera parada en Quito, en frente Liga Deportiva Universitaria de dicha ciudad, su entrenador, el renombrado Edgardo “Paton” Bauza, equipo que hasta ese entonces venía con un antecedente reciente. Tres años antes, había sido campeón de la Copa Libertadores, con el mismo entrenador, recuerdo haber estado tan nervioso con esto que no soporté y no vi el partido, utilice el realismo mágico y lo escuché, imaginé como fue el solitario gol de Vargas en las postrimerías del primer tiempo, y no fue hasta un par de días después que me animé a ver el partido completo.
La efervescencia por el partido de vuelta fue tal de mi parte (y creo que de muchos) que me amanecí ese día que salieron las entradas a la venta por un extinto sistema de entradas, pero no obtuve resultados positivos, quedé con una frustración tan grande y un sinsabor por no poder estar presente en el estadio aquella noche, pero conforme pasaban los días mis ansias de ver a la U levantar la copa, hicieron que todos esos malos ratos se fueran a la basura.
Grité como desaforado el gol de Vargas al inicio del partido, conforme pasaban los minutos estaba nervioso, quería más goles, aún tenía el grito de gol en la garganta, sentía que con uno sólo no bastaba, que era poco premio para este equipo y bueno, así fue. Entrado el segundo tiempo, el gol de Lorenzetti ya me aliviaba un poco, pero me volví loco, salté como si hubiese estado en el estadio cuando Vargas se manda el mejor gol de la copa arrancando pasado la mitad de la cancha, apilando rivales y con una definición soberbia, recuerdo haber salido a la plaza de Rancagua junto con mi hermano, estaba llena, había familias, bocinazos en los alrededores de la misma y fue uno de los momentos más hermosos que me ha regalado el cuadro mágico.
¿El Nacional es yeta? NO, lo que pasa es que los otros equipos nunca tuvieron algo que tuvo la U para ganar. Confianza, seguridad y valentía de pararse de igual a igual frente a otros equipos. ¿Ganamos la copa de “cartón”? Tal vez sea así, pero le duela a quien le duela y aunque no quieran reconocerlo los demás, ganamos algo que otros no pudieron en ese mismo estadio cinco años atrás.
Por Cristóbal Arias