Me pasa que no es recurrente escuchar alguien decir: “me gusta la U”. Confieso que en muchas charlas futboleras he oído gente que “le gusta” otro equipo, o que es seguidor de este; pero extraño ese fervor que siento cuando hablo con otro hincha azul. Escuchando y compartiendo, he ido construyendo un poco esta idea de qué es realmente ser de la U. Y ojo que tengo claro que las concepciones de las cosas pueden diferir entre unos y otros, por ende, en estas líneas más que sentar un reglamento, dejo abierta la opción a la reflexión.
Ser de la U no es un antojo, no es tampoco un estado pasajero, mucho menos un pasatiempo ni una actividad recreativa. No es ni de lejos una moda, de esas que surgen con un par de temporadas provechosas y de las que tanto saben en otras vitrinas. No es interés, qué duda cabe. Si así fuera seríamos hinchas de algún equipo más laureado, como Boca Juniors, Independiente, el Real Madrid o la Juventus. Ser hincha de la U no implica estar casado con la conveniencia, ni esperar que al equipo le vaya siempre bien.
Es sufrir, es entender que los nervios van y vienen en un catártico desfile de emociones. Es pensar toda la semana en el partido que se viene, y putear cada vez que juegan los combinados nacionales relegándonos a un plano invisible en los quehaceres futboleros, eso a pesar de tener perfectamente claro que para nosotros no hay nada más importante. Ser azul es abrazar a un desconocido al momento de ver entrar la pelotita, y desde ahí en adelante comentar con él o ella los pormenores del juego. Ser de la U es saber de su historia, es atesorar cada momento como único, lleno de esas emociones que nos hacen sentir vivos. Es valorar las campañas malas, recordar los dolores con una torcida sonrisa, a sabiendas de la satisfacción de haber acompañado al equipo en ese sufrimiento.
Es comprender el significado del canto más bello de todos, ese que dice que vamos por la vida sonriendo con el alma prendida en el amor, ir donde remonta la verdad. Es brindar por una vida fecunda de ideal, esos ideales que tanto se han perdido. La justicia, la belleza, la pasión. Ser de la U es desear con todo fervor que aquellos quienes representan a esta insignia dejen la vida entera en la cancha, porque nosotros así lo haríamos. Cómo no, si hemos dejado cumpleaños, matrimonios, bautizos, citas y otras cosas menos trascendentales por ver a la U jugar. Ni siquiera pedimos ganar, porque ser de la U es precisamente amar sin interés. No nos van a venir a hablar de copas, de laureles y de glorias, si nosotros a la U la queremos por lo que significa en nuestras vidas. Ser de la U es tener un equipo de futbolito y jugar con la camiseta más linda, es dejarlo todo para que quienes vean sus colores sepan que no va a ser fácil vencer a un grupo de giles comunes y corrientes que se transforman en superhombres cuando saltan a la cancha vestidos de azul. Ser de la U es indignarse por lo que pasa ahora, pero recordando el compromiso eterno e invisible que nos une a ella. Ser de la U también es haber dicho alguna vez: “no sufro más” y haberse arrepentido al rato.
Porque para ser de la U no hay que abandonar, hay otros equipos donde esas prácticas son comunes. Y no abandonar en serio, es estar ahí sufriendo y viviéndolo del mejor modo que uno encuentre posible, sin importar si es por la radio o por la tele. ¿O me van a decir que vale menos como hincha el caballero que no le alcanza la pensión para gastarse 12 lucas mensuales en ir a la cancha y tiene que seguirlo por la tele? ¿Nos hace menos hincha haber nacido después del 94? No señores, no olvidemos que la U somos todos (menos algunos) y que tenemos que seguir unidos, fortaleciendo ese lazo de color azul que nos une, nos cubre y nos protege; porque como dice un canto: “si todos cantamos, nunca nos van a vencer”. Para mí, al menos, ser de la U es sin lugar a dudas lo más lindo que le puede pasar a alguien en la vida.
Nacho Márquez | Radio AzulChile.cl