No soy un tipo de ilusionarme mucho, en parte porque aún recuerdo el dolor de algunas situaciones de salida de jugadores queridos; pero también porque me otorga cierta calma, una suerte de preparación ante un eventual desastre. Que no se confunda esto último con falta de fe, en el equipo siempre creemos; pero no podemos desconocer el destino que tuvieron algunos que, por nombre, o por un debut auspicioso, nos hicieron creer erróneamente que la primavera brillaba en sus zapatos. En estos tiempos difíciles están escaseando las señales positivas, y cualquier muestra de amor se está convirtiendo en un acto revolucionario. No olvidar (ni perdonar tampoco) que nuestro último buque insignia fue expulsado por la puerta de atrás, aunque acompañado de muestras de cariño y afecto que provinieron del sector más importante, la gente. Qué pena y rabia, qué sensación de injusticia cuando limpian a alguien que entregó tanto a una institución que parece haber perdido el rumbo. Con ese sombrío panorama de fondo, se nos permite soñar con el regreso de un hombre de casa, uno de familia. Un tipo sencillo, que, sin haber brillado de manera estelar, se dio el lujo de compartir seleccionado con Lionel Messi y de recibir elogios de un tal Neymar Jr. Seamos honestos, nosotros no valoramos tanto el fulgor de una estrella pasajera como la entrega incondicional que constituye una muestra irrefutable de amor.
En esta vereda importa mucho más el amor que el interés, lo cual finalmente trasciende. Entonces llega el tipo este y empieza a dar muestras más claras que antes, y algunos preferimos no dar nada por sentado, ya hemos visto caerse esta misma operación anteriormente, pero parece que ahora sí (Pedrito y el lobo podría ser lectura obligatoria de todo hincha de la U). Y leemos en las redes sus posteos, y se nos hace un nudo en la garganta con el mensaje que le dedica su señora y nos damos cuenta de que esto es el bálsamo que veníamos necesitando. Walter nos devuelve esa esencia de la que nos gusta tanto vanagloriarnos, esa mística de la adversidad, del rigor, del sufrimiento previo a la algarabía. Montillo es mucho más que el último “diez” resonante que tuvo la U. Es cálido, es alegre, es amado, es jugado, es comprometido; y él devuelve eso con la sencillez de sentirse en casa, lo cual, hoy en día, con el manejo empresarial y volátil de algo tan importante para algunos como es el fútbol, deja mucha más tranquilidad que voladores de luces sobre promesas que nunca explotaron. Quien se sienta digno de consagrar su vida a dios, vaya y hágalo, a mí me gusta que se comprometan con al menos, tratar de devolver un poco del amor que se está recibiendo. Vuelve, además, el último gran ídolo de mi viejo, al cual se topó en un hotel junto con el resto del equipo y esperó para sacarse una foto. Con tanto amor dando vueltas en el aire en tiempos tan oscuros como los que vivimos, me permito ilusionarme ahora sí. Que pase lo que tenga que pasar, aquí estaremos para palmotearte la espalda, hacerte cariño y seguirte recordando que esta es tu casa. Desde ya, muchas gracias Walter Damián.
Nacho Marquez | Radio AzulChile.cl