Y llegó el momento de conocer a los mejores relatos cortos de anécdotas y vivencias en torno al partido Universidad de Chile versus Universidad Católica. Agradecemos a todos los se tomaron un tiempo y quisieron participar. Estén atentos a la transmisión de Radio Azul Chile, ya que en unas horas en «La Previa Azul» se darán a conocer a los ganadores. Por mientras, disfruten de los finalistas.
«Final del 2011, posiblemente la más recordada por todos por la gran hazaña del equipo, pero hay dos cosas que no se me van a olvidar nunca. La primera; El partido de ida. No logré conseguir galería sur, pero como siempre, un buen bullanguero se las rebusca, y como sea conseguí ticket, pero del lado de los cruzados. A esas alturas daba lo mismo la localidad, lo importante era estar. El otro problema venía ahora. En ese entonces tenía quince años, y creo que experimentar entrar sola al estadio, una final y más encima con entrada de otra localidad, era complicado, pero para un bullanguero, NO IMPOSIBLE -eso lo tenemos más que claro-. Recuerdo que ese día fui al colegio, estaba más que nerviosa y puedo admitir que en ese momento no tenía sentido haber ido toda una vida al estadio, ese día, parecía como si fuera la primera vez. La cosa es que ya, bajo la ropa de colegio llevaba bien puesto mi buzo y mi camiseta. Partí al estadio, mi mamá me fue a dejar. Llegamos a la puerta -si no me equivoco seis o siete de av. Grecia-. Me saqué la ropa del colegio, nos abrazamos con mi mamá y nada, aparte de la típica frase: AGUANTE LA U, sólo estaba en nuestras mentes, el que yo pudiera estar ese día en la cancha alentando a la U. Pase el primer control, me di vuelta y le hice un gesto de «bien csm» a mi mamá. Justo en ese rato me topé con un grande, don Skabio. Le comenté mi situación y me dijo: «vamos no más, entramos como sea». Al siguiente control le metimos chamullo y finalmente entré. Del partido puedo decir que sólo sentía pena y rabia. Pero venía la vuelta. Y ahí viene lo segundo. Como ya dije estaba enojada, enrabiada y obvio que con pena, además que con un marcador a cuestas que de verdad, era imposible. Entonces mis ganas de ir al estadio estaban nulas -cosa que hasta hoy día me cuestiono, porque no vivimos de resultados, pero a mi mente se venía esa amarga noche de julio del 2006 cuando lloré en los hombros de mi viejo, mientras Colo Colo daba la vuelta en nuestra cara, episodio para el olvido-, y se lo hice saber a mi mamá, -que en ese entonces ella me daba la plata para ir al estadio-. Su reacción frente a eso fue de impresión y me decía: «pero negra, vamos no más, la fe es lo último que se pierde», y yo no, terca como siempre: «no mamá, no voy a ir». Llegó el día de la venta de entradas, y me vino el remordimiento, pero ya era tarde, además de que, había leído y escuchado que habían enormes filas para conseguir ticket. Mucha gente necesitaba y quería acompañar a la U y como siempre, independiente de lo que había pasado, daba igual ese nefasto partido de ida. Pasó un rato, y bueno, me había enterado de que todos mis cercanos tenían tickets, los veía felices y con la fe más grande que nunca, y yo ahí, triste porque nunca debí haber dicho que no quería, ni que no era necesario que estuviera ahí. Por suerte y como mi mamá es GIGANTE, me llegó un mensaje, era de ella misma diciendo: «LA FE ES LO ULTIMO QUE SE PIERDE. CON ENTRADA EN MANO. VAMOS LA UUUUUU». Ahí me volví loca, estaba en clases, pero corría por toda la sala, contándole al mundo que tenía mi entrada y también reafirmando que lo ganábamos, que lo dábamos vuelta. Que manera de esperar ese partido. Llegó el día, me fui al estadio y en verdad, en ese entonces, sólo agradecía el poder estar ahí. El estadio estaba hermoso, no caía nadie más, estábamos los que de verdad amábamos mucho a la U. El partido, minuto a minuto, me tuvo el corazón a mil, con euforia y mucha emoción. Pitazo final y se me vino el llanto, no podía pensar en nada más en ese momento que no fuera la U y mi mamá. La U, porque sabíamos que teníamos ese corazón y ese aguante, pero poder demostrarlo de esa forma, era impagable. Y mi mamá, porque sin su gestión, todavía estaría lamentándome de no haber estado ahí», Paz Obreque.
«Hace mil un clásico que fue un amistoso en el verano en el cooler de San Carlos, en la previa se subió el recordado Cianuro al medio de la reja donde estábamos y gritamos un Ceachiii increíble …después bajamos caminando todos juntos cantando …los vecinos alegaron por daños, por este motivo no se jugaron clásicos en San Carlos por muchos años», Carlos Azócar.