Tratar de explicar que es el Comando Etílico es caer en un protocolo, en una formalidad, o si se quiere incluso, en un paradigma. Pero resulta que el Comando Etílico es precisamente todo lo contrario, si hay un nacimiento (que por cierto lo hay) nadie ese día estuvo lo suficientemente sobrio como para recordarlo, solo se sabe que primeramente, el «grupo» fue llamado como «Ultra Etílicos», pero al estar los «Ultras» ligados a la extrema derecha, aquel nombre fue deshechado inmediatamente, y es la canción «Comando matajipis» de la banda Steelcap la que sirve finalmente como inspiración al nombre.
En el Comando prima la anarquía y se rechazan todo tipo de doctrinas, en especial las enlazadas con una cruz. Es más, yo mismo ahora (siendo parte del Comando) estoy cayendo en una contradicción al intentar escribir sobre dicho «grupo», y pongo la palabra «grupo» entre comillas, porque tampoco nunca fue considerado como tal. Para sintetizar, el Comando Etílico es una enfermedad contagiosa y detestable, un pésimo ejemplo para el comportamiento, personas no gratas, bizarras y egocéntricas que no se abanderan con el pulso de las modas, un vómito de elegancia, una ironía al piño tradicional, en donde su insignia es una rata punky ni más ni menos, en conclusión, y como dice una canción, «nadie nos va a echar de menos, a menos, que estemos muertos. Siempre estaremos demás».
Esto se resume, o se entiende, al citar a algunos de sus integrantes: Guaton Nesta, Sebra, GGlipe, y los hermanitos Miranda, por nombrar algunos, y son precisamente éstos últimos, Manuel y Pablo Miranda, los protagonistas de la siguiente historia.
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«Amor, ¿casemonos?».
Aquellas fueron las palabras que darían inicio a una serie de hechos que terminarían con el rescate de un lienzo de la contra que venía aterrizando a Concepción, luego de una no despreciable escala por Uruguay.
Esa tarde, Pablo Miranda daria uno de los pasos más importantes de su vida. Dieciséis años de relación se verían consagrados por allá por el 2014 en un «si, acepto».
Las argollas, la fiesta, los invitados, la comida, comenzaban a rondar por la mente de Pablito para que todo saliera como debía salir: perfecto. Sin embargo, había una ceremonia previa que no había considerado, pero que sí estaba en la mente de sus contertulios.
«La despedida de solteros» sería algo tranquilo, más que nada por cumplir con aquella emblemática tradición, y fueron sus cercanos los que le dieron la sorpresa. Comenzaron la celebración en el bar de un amigo, luego y sólo para la anécdota, estuvieron un rato donde unas señoritas muy simpáticas. Después, tomarían rumbo a la pensión del Memo, un miembro del piño Lajazul, amigo de la familia e integrante del Comando Etílico, quien también sería crucial en el desarrollo de esta historia. Luego, y cuando el festejado y los invitados que quedaban estaban en una fase etílica considerable, llegan al cumpleaños de «Chirola» un amigo del barrio en dónde estaban varios integrantes del Comando, lo que sólo terminaría por aumentar el grado destructivo de aquella noche.
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¡SOMOS EL COMANDO!, ¡COMANDO ETÍLICO!. ¡SOMOS EL COMANDO!, ¡LOS VAMOS A MATAR!. ¡SOMOS EL COMANDO!, ¡COMANDO ETÍLICO!, ¡SOMOS EL COMANDO!, ¡ULTRABULLANGUEROS!… ¡OHH, OH OHH, OH OHH OHHH!… ¡COMANDO ETÍLICO!… OHH, OH OHH, OH OHH OHHH!… ¡LOS VAMOS A MATAR!…
Ya amanecía y los cánticos bizarros despertaban a los vecinos del sector Los Lirios, el enemigo visitaba la región y eso significaba sólo una cosa: Ultra – violencia.
Tras llevar a su casa inconsciente en alcohol a Pablo, su hermano mayor, Manuel Miranda y el amigo de la familia Memo Lajazul, van camino al estadio Ester Roa en busca de algunos innombrables. Sin más arma que los puños, el envase de una Cristal de litro y medio y dos vasos plásticos, se encuentran con que hay mucha gente transitando a esa hora, lo que no es motivo para no cambiar el envase vacío por uno lleno y sentarse a esperar tranquilamente a algunas posibles víctimas.
En un primer intento, provocan a unos indios que iban en un bus, pero no tienen éxito ya que ninguno decide bajar de este. Estaban a punto de rendirse cuando de repente, aparecen dos yanaconas completamente vestidos con la indumentaria tradicional del club, los acompaña también una señorita, quien por supuesto, no sería tema en lo que se vendría.
Tras brillarles los ojos de alegría, Manuel se pone de pié y hace la pregunta de rigor: ¿Quien es Chile?, y sin esperar respuesta alguna les dice: «¿No ven acaso el color de los postes que andan tan playa zorras conchetumare?». Acto seguido, le lanza en la cara a uno de ellos, la cerveza que le quedaba por tomar, y luego, a este mismo, le rompe la cabeza de un botellazo.
Mientras tanto, el amigo corre por su vida cobardemente, dejándolo a la deriva y siendo seguido por Memo quien no logra alcanzarlo. No obstante, se devuelve, y casi entrando al terminal de buses, le da caza al recientemente golpeado por Manolete, a quien le quita el bolso, no sin antes golpearlo también.
Hay que resaltar el hecho que a la señorita no se le tocó un pelo, pero sí se le dio un mensaje con la intención que lo hiciera llegar a sus amigos: «A Conce no se viene a vacacionar, ni a pasearse como Pedro por su casa tan mal vestidos».
Cuando se suben al bus (Memo y Manuel) este último abre el bolso, y al ver el contenido, se para y recorre el pasillo de la micro gritando: «¡Bingo!, ¡Bingo!».
Tras darse a conocer el rescate, mucha gente se motivó aquella noche para salir a recordarle a los garreros que en Concepción, el color que manda es el azul. Fue sin duda una de las noches más violentas que se recuerdan en la región, pero eso da para otra historia.
Luego, vinieron por parte de los afectados, una serie de publicaciones que no vale si quiera la pena desmentir, lo que sí es digno de recordar, es el hit que se creó para responder a tanta falacia por parte de los entonces muertos «ancxd albos» y este fue:
Jorge Yáñez – El gorro de lana…♪
«Un gorro de lana, le mande a tejer, al guaton culiao’, que el lienzo vino a perder…»
De los muchachos, ¿que te puedo decir?. Los muchachos siguen siendo los mismos. Aveces más violentos, aveces más alcoholizados.
Lo que si, seguimos amando a La U sin la necesidad de demostrarselo a nadie.
«Somos hinchas guachacas, somos pura anarquía; no le compramos a judas, ni a la virgen maría».
Eso es el Comando Etílico.
Steelcap – Comando matajipis…♪
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Despedida de soltero; despedida de lienzo.
Pato Wolff.
#historiasdeunbarrabrava #hdubb #PABLOMANOLETEYMEMO