Revisa la primera columna del año escrita por Luis Miguel Retamales acerca de la elección de la ANFP de este lunes.
Sí, lo confieso abiertamente, voy por Salah en las elecciones de este lunes de la ANFP.
Y no soy “patricio”, como le gustaba denostarlo a un fallecido clasista comentarista.
Desde que jugaba con la 7 de la “U” en la espalda es que soy “salahísta” (llegó a los azules como puntero derecho).
Es cierto que no era técnicamente muy pulcro, pero eso lo suplía con un inmenso corazón, que lo hacia correr a cada pelotazo que le metían, agachando la cabeza y corriendo como si la pelota fuera a caer a un abismo, y también con una cultura táctica muy poco común para la época. Era un verdadero DT dentro de la cancha, en medio de un equipo plagado de jugadores con un nivel intelectual alto: Quintano, Socías, Bigorra, Carballo, Ashwell, Pellegrini, Hoffens, Mondaca, todos futuros entrenadores.
Mi aprecio por el “turco” se hizo inmenso y perenne el 3 de enero del 81, con el recordado gol a Colo Colo. Lamenté entonces que al año siguiente la dirigencia de la época lo hubiera dejado ir a Palestino.
Y así como me costó aceptar que fuera entrenador del equipo de Pedreros, no disfruté sus difíciles inicios plagados de derrotas. Por el contrario, siendo azul hasta los huesos disfruté del fútbol que jugaba ese equipo campeón del ’86. Era el fútbol de Salah, copia del fútbol del “Tata” Fernando Riera, de quien, junto a su compadre Pellegrini, fueron los más claros discípulos e hijos deportivos.
Del mismo “Tata” heredó esa faceta organizativa que le permitió armar el único plantel chileno que ha ganado la Copa Libertadores y también el que rompió nuestra racha de 25 años sin títulos oficiales. Y también rearmó la selección chilena de fútbol después de la vergüenza del Maracaná, llegando al tercer lugar en la Copa América del ’91 y derrotando en el torneo del ’93 en forma categórica al scratch brasilero.
Incluso su capacidad lo llevó a ser Secretario de Deportes durante el Gobierno de Ricardo Lagos, hecho inusitado para un futbolista.
Su pasión por el fútbol lo mantuvo dirigiendo por los siguientes 15 años, y terminó su carrera técnica con una lección de grandeza, escasa en el ámbito: asumió su culpa al exceder el cupo permitido de extranjeros en cancha, dirigiendo a Huachipato, lo que significó pérdida de puntos y sanción económica al club. Salah canceló de su bolsillo la multa y renunció.
Pero su carrera futbolística no estaba terminada, ya que posterior a eso ocupa la presidencia de Blanco y Negro S.A., coronando una carrera brillante e inigualada en nuestro fútbol y muy poco repetida en el exterior.
Y si algo le faltaba por hacer al “turco”, está a punto de lograrlo ahora: Presidente del fútbol chileno, de la desprestigiada ANFP.
Para un hombre de fútbol, un “animal futbolístico”, que ha ocupado todos los cargos posibles, ¿qué interés puede haber en hacerse de este problema?. Creo que eso demuestra lo que quiere y respeta a “la actividad”, y aunque ya no tiene nada que ganar y mucho menos demostrar nada a nadie, esta disponible para sacar a flote al barco que se hunde. Tal como cuando se hizo cargo de la selección el 90, tal como lo hizo con la llamada “nueva ‘U” el 92.
Soy “salahísta”. Quiero que sea presidente de la ANFP. Quiero reencantarme con el fútbol. Y sé que son Salah lo haré.