Como todos los años, uno se ilusiona con la ventana de refuerzos. Desde los tiempos en que las noticias de vacaciones eran el Festival de Viña y los refuerzos para la temporada, esa que empezaría en Marzo, junto con la vuelta del Zoom Deportivo y el Futgol. Esos tiempos donde uno se acostaba con la caprichosa de 32 cascos entre los brazos, soñaba con jugar toda su carrera en la U, saliendo de cada clásico con el odio respetuoso de los rivales, e incluso, soñaba con ganarle la Intercontinental al Madrid en Tokyo.
Y luego llega 2023. Ese momento donde ya aterra Enero. Donde te acuerdas de la llegadas infaustas de Jara, Beausejour, Caroca, Jeisson Vargas, Jimmy Martinez y tantos otros. Y de las esperas eternas porque vuelvan los jugadores del 2011, sin percatarte de cómo ídolos como Johnny, Matías y Montillo se fueron del club sin una despedida (oficial) con su gente.

¿Será que estoy tan viejo y obsoleto, que aquellas cosas que eran la excepción hoy son el día a día?. ¿Que resulta que es lo mismo ser derecho que traidor? . En la redacción de Radio Azul Chile, en efecto, nos esforzamos por hallar una noticia del Día de los Inocentes que fuera tan absurda como posible. Y nos dimos cuenta que ese absurdo era pensar en la vuelta de Lichnovsky, Díaz, Aránguiz, Vargas y Sampaoli. Mientras que lo normal era pensar en que llegaría Arturo Sanhueza a hacerse cargo de los juveniles. ¡Como si todavía hubiese aprendido a perdonar a Patricio Nefasto Nazario Yañez, y su traición de 1990!

Heridos por años de una gestión horrenda de un millonario que nos apostó y llegó placé, terminamos buscando refuerzos en la pila de los saldos. Y es así que lo impensable se vuelve realidad. Que el mentor de Cristobal Campos no será un Cañete o un Collao, va a ser Toselli. Un lugar que perfectamente Miguel Pinto, acostumbrado a calentar banca donde sea que vaya, pudo haber ocupado con el oficio que le daban años de campaña vestido de azul. Pero no. Pinto, en vez de disfrutar de un tranquilo retiro como entrenador de porteros de la U, prefirió ir a ser banca de Cortés, peleando el descenso con la camiseta del archirrival, a ser igual de intrascendente de lo que hubiera sido en cualquiera de los otros 13 equipos de Primera que pudieran haberlo recibido. Y es así, como Cristopher, el antihéroe de la final del 2011, el jugador con el que se espejaban los 50 feligreses de la parroquia de San Carlos, no sólo en la cancha, sino también como humano, termina sacrificando su sitial (merecido) de leyenda en la precordillera a cambio de lo que, hoy, parece una temporada en el único rival que hace hervir la sangre de la otra universidad. Un acto que incluso a los Prof. Dres. Carolina Coppo y Andrés Weintraub les parecería un pecado capital, simplemente porque hay dos universidades, la nuestra, y la otra.

También causó impacto el cruce de otro capitán hacia el equipo mágico, venido directamente del archirrival. No hablamos esta vez de la rivalidad académica entre católicos y laicos, hablamos de la rivalidad popular, entre azules y albos. Sería Matías Zaldivia aquél que uniría las funas de los clubes con la rivalidad más acérrima en Chile (con permiso de los clásicos provinciales, donde la tírria se vive a diario). Y es así como el actual 22 de los azules, dejó el club donde formó una férrea -y odiable- defensa con Barroso e Insaurralde, la única que ha jugado Cuartos de Final de Libertadores desde 1998 en el equipo al cual Chile le quedo chico (?), para venir a jugar de local -literalmente- en todo Chile. Y si bien su debut estuvo entre los puntos altos de la gira a Coquimbo, es evidente que aún el argentino nacionalizado chileno no se ha aclimatado al criterio arbitral al que estamos acostumbrados al norte de Avenida Quilín. Tendremos que esperar a la semana del 11 de Marzo para saber si entendió el mensaje, o le tocará volver al camarín antes de tiempo, al igual que Charles Aránguiz en Octubre del 2011.

Pero no es sólo la U la que trae de vuelta los símbolos del equipo equivocado. Más aún, no es mi intención matar a los refuerzos que llegan, con el pase en su poder, a integrarse al CDA. Simplemente quiero entender los tiempos que vivimos. De hecho, en esta vorágine de emociones que nos regala el modelo de Sociedades Anónimas Deportivas, a través del Planvital 2023, también los más enconados rivales del Romántico Viajero se refuerzan con jugadores con identificación azul. Es así como el ídolo de San Luis de Quillota, Fernando de Paul, y la revelación calerana, Leandro Benegas, vestirán la elástica blanca y negra esta temporada, con el objetivo de romper la maldición de Pedreros en fase de grupos, y evitar unirse a los Pinto, Maturana, Fernández, Hernández y tantos otros que siguieron el camino de Grecia para no volver. A su vez, el Chueco Mena, junto al autopercibido bullanguero Mauricio Isla -canterano de la precordillera, que no había alcanzado a debutar por la franja-, jugarán el clásico de Independencia con Union Española en Santa Laura, siendo los rivales de Marcelo Díaz, con su Audax Italiano, en la otra mitad de la Gloria (donde le deseamos lo mejor al canterano azul, mediocampista de buen pie, con quite, que se farreo Sartor para solazarnos con el juego de Luis Felipe Gallegos).

Yo entiendo que ya estoy rozando los 40, y que tal vez los años me tienen gagá pensando en que todo tiempo pasado fue mejor. También recuerdo que no me explicaba como traían a la U a Severino Vasconcellos, Pato Mardones y a Chamuca Barrera, que vaya que se ganaron nuestro amor. Hasta reconozco que me importa mucho más que aquellos que han vestido nuestros colores sean quiénes no se vayan a los clásicos rivales (en esto no importa el género, sino que el criterio formado, o no Michelle, Fernanda… y sueño con que la siguiente que pensamos que va en la lista se vista de colorada y llegue al Inter de Porto Alegre). Y es que yo vengo de esa época donde al profesional no se lo confundía con el mercenario, porque el desempeño de una actividad no implica el abandono a las creencias y valores que uno pueda tener. En efecto, los comentaristas de la época hablaba del fútbol rentado, en su opinión, un oficio, para diferenciarlos del periodismo, que es una profesión; una visión que no comparto, ya que el nivel de especialización para ser deportista de alto rendimiento implica un desarrollo superior de las habilidades.

¿Qué opinan ustedes? ¿El futbolista es un profesional como cualquier otro? ¿Alguien que marca tarjeta, vive para cobrar el sueldo mínimo a una empresa, y que se puede ir de un lado al otro porque a nadie le importa? ¿Será que la connotación social que implica pertenecer a un club, y, a su vez, la importancia que tiene esa institución para su gente, es la que justifica los salarios que los futbolistas perciben mes a mes? ¿O será que el Campeonato Planvital se financia por el interés de chinos, indios, estadounidenses y europeos por ver el mejor fútbol de Sudamérica?