La noche del jueves, tímidamente fría, vio cómo la épica volvía a ponerse de nuestro lado. No hubo quien no se emocionara con ese rebote que a la postre nos dio el triunfo. Un triunfo que veníamos esperando y ansiando desde hacía tiempo. Queríamos extender el abrazo previo, ese de la Copa Chile, y declararnos definitivamente listos para la batalla por no descender. Y mandamos un mensaje muy claro: vamos a pelear hasta el final, empujando con fuerza y sin miedo; vamos a aguantar, vamos a pararnos con fuerza y por supuesto, vamos a estar acompañados de una masa que quiere lo mismo que nosotros. Vamos a sufrir, porque obvio, así somos los de este lado, pero vamos a vencer. Vamos a gritar, vamos a cantar, vamos a saltar para que todos vean y se den cuenta de que no estamos muertos, y de que no vamos a entregar ni un metro más. Despertamos para no volver a quedarnos dormidos. Tenemos la unión, como ese equipo del noventa y nueve, o la selección del dos mil quince. Tenemos valentía, como cuando solíamos ir por el continente ganando de visitante. Por nuestra orilla corre la fuerza, la fuerza del penal del Pato Mardones, de las estocadas mortales del Matador, de los cabezazos del Bombero, de la zurda de Aredes, de Capanga, de Braulio Musso, somos tanques como Campos. Tenemos fe, como teníamos el noventa y cuatro allá en El Salvador, aunque también como tuvimos cada vez que nos equivocamos con los ídolos. Tenemos ganas de salir adelante, tenemos ganas de recuperar lo que es nuestro, y poner la actitud necesaria. Tenemos ganas de dejarlo todo, porque así somos los de la U. Y por supuesto, tenemos a nuestro favor esa masa que alienta cuando más se necesita, que nunca abandona y que enfrenta la vida con optimismo y fe. Esa masa sufrida que se come las uñas, que mira al cielo y pide “una, por favor”. Que se abraza con cuatro o cinco desconocidos para celebrar una explosión de júbilo. Esa masa, que está compuesta de miles de voces diferentes, pero que juntas suenan como una orquesta filarmónica en los tímpanos de jugadores propios y ajenos. Coincidentemente para quienes caminamos por la vereda, o quizás porque la U es un reflejo de nuestra rebeldía social, es casi una respuesta a todos nuestros deseos de canalizar un sentimiento noble, el pueblo volvió a hacer suya la épica y sacó la voz al día siguiente. Se cansó el pueblo, señores. Nos aburrimos de que nos sigan robando en nuestras narices, y les hemos dicho de todas las formas. Hemos marchado autorizados y no, les hemos hecho saber a través de las redes sociales (el medio de comunicación de nuestra época); pero ustedes, los poderosos controladores de toda esta larga y angosta faja de desigualdades, nos ignoraron y se nos rieron en la cara tal como a los empleados en alguna de sus tantas empresas. Como cuando nos mandaron a hacer vida social en los consultorios esa vez que reclamamos por el estado de la salud pública; como cuando lo de las alzas de la verdura, nos mandaron a comprar flores. ¿O ya se les olvidó que salieron millones de personas a reclamar por las pensiones miserables que recibimos todos los meses mientras ustedes se embolsan veinte veces esa cantidad de plata? Entonces hubo que recurrir a tocarles donde les duele. Porque si no les doliera, los mandamases de las principales cadenas de supermercados del país, que por cierto no pertenecen a todos los chilenos, no habrían tenido una reunión con el presidente antes de que este avisara, por dar un ejemplo, que las clases estaban suspendidas. Habrá formas de protesta que no gusten a todos, porque no todos somos igualmente intensos para la lucha, pero será indiscutible que se trata de una lucha del pueblo. Lamentablemente la agresiva respuesta se veía venir, con esto el desorden social, policías infiltrados disparando a mansalva, ciudadanos asesinados por la policía y la milicia y la revuelta delictual, que lo único que logra es poner al pueblo contra sí mismo, satisfaciendo el paladar del poderoso y a sus ojos justificando una aún mayor violencia del aparato represor, como si todo lo anterior hubiese sido insuficiente. En ambos frentes, esperemos que no decaigamos, que el pueblo se abrace y que la fuerza nos alcance para seguir remando desde abajo; estamos mostrando los dientes, ahora sí nos estamos volviendo a parecer a nosotros mismos.
Nacho Márquez | Radio AzulChile.cl