• Mar. Nov 12th, 2024

No es fácil escribir el siguiente relato, hay una gran responsabilidad detrás de cada letra que voy perpetuando y quizás no logre cumplir con las expectativas de todos quienes se detengan a leer esta historia. Sin embargo, antes de cualquier cosa, quiero decir que sobre quien escribiré a continuación, es (para mí) el mejor Bullanguero que he conocido. No volví a ver jamás esa pasión, en nadie más, entendiendo por pasión el «sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón», él fue, él es, la mejor definición de amor hacia La U.

Siguiendo la temática de éste espacio, la cual es brindar homenajes sinceros, trascendentes, que rechazan todo intento de polémicas, y siendo fiel a muchos de los valores que de él mismo aprendí, escribo el siguiente texto con responsabilidad y respeto.

Sin más que agregar, ésta es la historia del gran, Chino Conce Azul.
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Manuel Andrés Neira Nahuel, nació el 30 de noviembre de 1980, ese mismo año, Luis Rodríguez debuta con la camiseta azul y un volante brasileño aparece como la gran contratación del cuadro universitario, Braulio era su nombre. Aquella tarde del 80′ La U de Riera visita la octava región para enfrentar al siempre complicado Lota Schwager y en resultado estrecho, el encuentro termina en empate a un gol con anotación de Orlando Mondaca. Sandrino Castec se vestiría como la principal figura de la temporada aquel año. A exactos 32,0 kilómetros nacía en sincronización al partido una leyenda del barrismo en Los De Abajo y aquel derechazo de Mondaca sería su primer grito de gol con La U.

De familia humilde, Manuel aprendió desde pequeño el respeto y el esfuerzo, siempre fue de La U, soñaba con vestir la azul y se veía en el Nacional cada vez que pisaba la polvorienta «cancha del bajo» cuando le tocaba defender la camiseta de su querido club de barrio, el Juventud Atlético Puchacay. Y era bueno, pero una rebelde lesión en la rodilla lo hizo despertar de golpe.

Manuel era sencillo, muy introvertido, rayando casi la timidez, cuando entró al universo de la barra, lo hizo con camisa dentro del pantalón y zapatos lustrados, siempre destacó por su nobleza algo sobrenatural, jamás visto. Cuando conoce a los Conce Azul estos llevaban aproximadamente dos años de actividad (Pulga, Angustia, Negro Alex, Bombero, entre otros, conformaban el piño). Era emocionalmente inestable, lo que choqueaba de cierta manera al grupo, no tomaba, era sano de mente y corazón, demasiado «bueno» para los tiempos en donde las guitarras eléctricas escupían sangre, hasta que un día, sobre un bus vio de frente la agresividad, un par le había pegado y él no tuvo reacción. Aquella vez fue la primera en que el piño (Conce azul) intercede por él, buscando y haciendo pagar luego a los responsables. Tras ese acontecimiento, el grupo decide conversar con Manuel, era necesario un cambio en su mentalidad, pasiva, pura, noble, para que no volvieran a pasar por encima de él, eran tiempos en donde la violencia fue siempre necesaria, «pegar o te pegarán», la cosa era así.

Luego de esa conversación, nada volvería a ser igual en su vida, jamás, ni en la de sus conocidos, ni en la de las personas que lo conocerán.
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A la semana de lo ocurrido en el bus, Manuel ya había pegado sus primeros combos, fue a unos indios, en el terminal y aquellos que lo vieron hasta el día de hoy recuerdan su rostro, era indescriptible, alguien lo compararía años después con el del actor Edward Norton interpretando a Derek Vinyard en American History X, de ahí en adelante nunca más dejó de pelear, no le importaba si el tamaño o el número eran desiguales y cada vez que lo hacía era como si se estuviese quitando un gran peso de encima.

Cuando Los Conce Azul deciden nombrarlo como integrante, nació en él una alegría verdadera, semejante a haberse sacado la lotería, nunca se había sentido tan respaldado, tan avalado y en tiempos muy radicales, el tener la espalda cubierta era sumamente importante. Jamás queria fallar, sintió y adoptó el peso de lo que significaba tener esta nueva familia, por lo que siempre buscó la perfección en todo.

Cada vez que viajaba lo hacía con dinero para él y alguien más, pero eso cambió en el momento que comenzó a encargarse de los buses, vio en esa labor la posibilidad de ayudar no sólo a uno, si no que a varios camaradas: «nadie queda abajo de la micro» era su lema. Tenía además el contacto en el terminal Collao para sacar buses más baratos y muchas veces éstos fueron llenados sólo con barristas, incluyéndolos épicamente a la caravana de buses barras, todo gestionado por él. De alma perfeccionista, comenzó a cederle su vida a La U, estando activo para ella las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

Recorrió todo Chile con el lienzo Conce Azul a sus espaldas, lo defendió literalmente con su vida, no existía absolutamente nada más importante para él que La U y sus ideales. Siempre era el primero en llegar y el primero en pegar, hacia emboscadas, creaba estrategias para hacer caer a los indios; una vez, vio la muerte frente a él, le pusieron una hechiza en el rostro, en una de las peleas más importantes del terminal, el indio dio el disparo al cielo y el Chino lejos de intimidarse, lo derribo y saltó sobre su rostro una y otra vez, quienes lo acompañaron (los otros Conce Azul) creyeron que aquel indio había muerto, no obstante no fue así, en conclusión, un trapo rescatado: «los malditos», o como ahora se hacen llamar, «alboctavas».

Para el Chino era sumamente importante que el barrista de La U defendiera los colores con su vida, era un obsesivo de eso: «el que no pelea con los indios le pego yo después» decía antes de cada batalla, y muchas veces pasó tardes enteras en el bajo, enseñando a otros camaradas a pelear mano a mano. Guatón Nacho, Shika Sole pueden dar fe de aquellas jornadas en donde tanto él como sus «discípulos» terminaban ensangrentados. Sin embargo, creía firmemente en que era necesario para defender en todo lugar a su amada «U».

Pero no sólo defendía los colores, también se encargaba de proteger su población, llegando a tal punto su respeto que cada vez que algo pasaba, al primero que iban a buscar era a él para que brindara alguna especie de «solución». Los vecinos confiaban mucho en él, y le agradecían con uno que otro alimento no perecible, el cual guardaba para recibir a aquellos camaradas que viajan de diferentes regiones. Cada vez que jugaba La U en Concepción, y sin que nadie se lo pidiera, recorría el terminal en busca de Bullangueros que pudieran necesitar alojamiento y si el espacio en su casa era limitado, tenía en la cancha del bajo, uno que otro lugar improvisado entre los árboles, los cuales servían para amagar el frío, el viento y a veces la lluvia, siempre bajo su insistente preocupación.

«Con el Chino viajamos a todos lados, éramos muy buenos amigos, recuerdo una vez, (yo viviendo en Conce) estuve de cumpleaños, pero nadie tenía plata en ese entonces, sin embargo los muchachos igualmente (con lo poco que se pudo recaudar) me hicieron una celebración. Tiraron unas vienesas a la parrilla y alcanzó para el vino más barato. Después me dijeron que fue el chino el que había insistido en la sorpresa. Para mí fue muy especial ese momento, porque a pesar de no haber mucho, el gesto fue muy lindo, es una de las cosas que más me marcaron del chino, su humildad y camaradería. Bueno en realidad es algo que marcó a todos los que lo conocieron». – Morral, The Chunchos.

No obstante a la violencia con la que defendía a La U, su corazón jamás dejó de ser noble, era de aquellas personas elegidas con alguna especie de pinza, que como cometas aparecen cada cierta cantidad de años en las vidas de las personas. La atmósfera que creaba su presencia, nunca más se volvió a sentir.

«Siempre me pregunté por qué sentí a la Universidad De Chile parte de mi vida y en eso se integra y es relevante la persona, el bullanguero, el amigo, el camarada que voy a describir. Lo conocí el año 2000 arriba de una reja en el estadio Collao y me sorprendió su aliento a nuestra gloriosa universidad. Tuve el placer de conversar con él en un viaje a Santiago el año 2002, él estaba con la Shika Sole y me preguntó: «¿anda solo?». «Si» fue mi respuesta, entonces con temple me dijo: «ahora somos tres». Me llevó a los muros y me enamore de ese lugar. Un mural azul con rojo y en su parte frontal el escrito más lindo que yo, siendo de Talcahuano, encontré emotivo. Transmitía fuerza, lucha y hermandad. De él aprendí que a un Bullanguero nunca se le deja solo y sin tener a donde ir. Una noche, teníamos que viajar, pero un bus no llegó, todos comenzaron a desesperarse y empezaron a increparse unos a otros, cuando mire al Chino estaba llorando y le pregunte porqué lo hacía y me dijo que era «porque no comprendía que Chunchos discutieran con su mismo color». – Humberto, Conce Azul.

El Chino sentía un amor por La U que es incomprensible, defendió los colores con un desatornillador cuando la situación era compleja y cuando no, a mano limpia siempre había que atinar.
Una anécdota épica es aquella que ocurrió en Temuco, cuatro azules lo acompañan cuando dice: «son zorras», algunos no se dan por entendido cuando sale corriendo y taclea a un tipo. Justo pasa un vehículo que casi los arrolla a ambos, llegan más (hasta ese entonces supuestos indios) a golpear al chino, por lo que los azules se abalanzan sobre estos. Desde el suelo se escucha al chino que dice: «¡YA LO TENEMOS!», pero los Bullangueros seguían sin entender, acto seguido los tipos corren dejando una mochila en la cual dentro había un guarda plano y dentro de éste un lienzo de textura tipo carpa que decía «los altercaos» con un indio fumando yerba. Cuando le preguntaron como sabía que eran indios, su respuesta fue: «los zorras se huelen a la distancia», seguida por su particular risa.

A punta de aguante, viajes y violencia implacable contra el archirrival se convirtió en un referente de la región. Jamás midió ninguna consecuencia cuando se trataba de defender los colores, era tarea obligada estar presente cada fin de semana en las diferentes ciudades del país. Absolutamente todo giraba alrededor del piño y La U. Era ese todo su mundo.
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El 1 de junio del año 2008, el Chino pierde la vida en un accidente automovilístico en la intercesión que une a Boca Sur con Michaihue. Ocurrió a las 06:00 de la mañana y fue uno de los peores despertares que recuerdo.

En su vida hubo errores, pero no soy quien ni tampoco es éste el espacio para juzgar eso. Además, ¿cómo puede encontrarse aquel que no se ha perdido nunca?.

El funeral del chino fue una tarde lluviosa, era como si todos los Bullangueros que ya habían partido lo estuvieran llorando, quizás de emoción al saber que pronto podrían disfrutar de su compañía. Nunca hizo las cosas a cambio de algo, pero si con la intención de que alcanzara para todos. Ser de La U para él no era solo viajar y pelear, era ser amigo y nunca pero nunca dejar botado a un Bullanguero. Dejaba en cada lugar al que iba, algún sentimiento, una emoción, una tristeza, algo que marcara de por vida a quienes se cruzaron en su camino. Sus días más felices eran cuando la Ocho Azul estaba toda reunida, cantándole a La U.

Aquel día de su funeral, colo colo estaba aún paso de ser campeón, había ganado la final de ida frente a Everton y era cosa de minutos que abrieran la cuenta en Viña del Mar en la vuelta. Varios volvieron al muro de Los Conce luego del sepulcro y éste estaba lleno de velas las cuales de a poco se iban apagando con el pasar de los minutos. Pero una quedo encendida, no era cualquiera, era la del Chuncho, aquel que había hecho y pintado con sus propias manos. La vela, en una lucha contra el viento, por el brillo y el calor, es espectadora de las palabras de un vecino del sector que dice: «¡los indios perdieron la final contra everton 3 a 0!», apenas termina la frase, la vela se apaga bajo el asombro de los Bullangueros presentes los cuales emocionados, comienzan a cantar con más fuerza. Muchos creen, (me incluyo) que aquella fue la última hazaña del chino.

Chino querido, termino este humilde homenaje cediendo todas mis anécdotas contigo, por las de aquellos que compartieron y disfrutaron más momentos junto a ti y a pesar de ser esta la historia más larga que he escrito, no es suficiente para describir lo que fuiste. Siendo absolutamente antónimos en casi todo, quiero decirte que eres el Bullanguero que más respetaré en mi vida, que nada fue igual después de que te fuiste y que uno de mis mayores anhelos es volver a vivir la camaradería que tu perpetuaste en quienes tuvimos la fortuna de conocerte. Espero que estas letras lleguen hasta donde estés y que cada una sea un abrazo de todos los que te extrañamos.

Te veo con tu camiseta blanca, la LG, con tu jockey gastado, un cuaderno en una mano y en la otra un lápiz bic, anotando a cada Bullanguero que llegaba dispuesto a viajar. Te veo llegando después de horas y horas de viaje y comprando un paquete de vienesas o un tarro de jurel a tus queridos guardianes: el Azulito, el Los De Abajo y el Oso Yogi, daba lo mismo si tu no habías comido, ellos eran los guardianes del mural y tu así se lo agradecías. Te veo caminando hacia a mí el año 2006, yo sólo, llorando, rumbo a casa a pies después de haber perdido esa final con los indios, y te veo a ti diciéndome que no tenía que estar triste, que lo más importante era que hoy había jugado La U y que debíamos estar felices por ella, te veo abrazándome e invitándome al muro a celebrar, ¡SI!, ¡HA CELEBRAR!, supe entonces que ninguna derrota podía afectarme después.

Chino, gracias por ser de La U, deseo algún día volver a verte y poder disfrutar de tu energía hermosa, llena de humildad y violencia contra el enemigo y poder cantarle nuevamente a La U y decirle que «claro que no vamos a perder, que claro que si vamos a ganar».

Grupo Hechizo – La Temporera…♪
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CHINO CONCE AZUL: SU HISTORIA Y LEGADO.

Pato Wolff.

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