Se necesitaron nueve meses para discernir sobre un entrenador que desterró su posibilidad única de re flotar a Universidad de Chile. En un comienzo errado desde su aparición en el hotel de concentración de sus futuros jugadores, notificando previamente y con su antecesor Martín Lasarte en el banco, de esta forma, fue el camino amateur para el asesor de logros de antaño junto a Jorge Sampaoli.
La apuesta y proyecto del errático presidente estudiantil Carlos Heller, generaba dudas y en otros ilusión respecto al fichaje de Sebastián Beccacece. Después de fatales intentos por lograr una continuidad de juego que marcó tanto a los azules en el periodo 2011-2012, se hicieron nefastos hasta la llegada de Martín Lasarte que logró un eslabón táctico interesante alcanzando la anhelada estrella número 17, pero fue sólo eso, 6 meses de rendimiento para acrecentar luego de un año nefasto deportivamente que logró aliviar en algo con dos títulos dónde se recuerda con más cariño en esa final de Copa Chile sobre Colo Colo.
El primer error garrafal del empresario fue realizar un contrato por dos años y medio a un entrenador que no había dado una vuelta larga en su carrera, es decir, por sí sólo no había dirigido a ningún club el cual no condice que al ser ayudante te garantice el mismo éxito. Una confianza ciega de Heller y el excelente verso del novato DT, que al transcurrir los partidos se mostraron cada vez más ripios en conformación de juego, táctica y la cero autocrítica en su labor.
No se ha visto en las últimas décadas tantas oportunidades para ayudar a alguien a salir del foso como el que estuvo el rosarino, seleccionados nacionales, plantilla millonaria, jugadores de todo su gusto sin ningún pero, dándose el lujo de expulsar a dos seleccionados uruguayos, armando un plantel que pareció interesante en su momento, pero mal conformado, la lesión de Mora fue un gran ejemplo de aquello al no tener un reemplazo de igual posición.
Yendo al juego, porque las estadísticas pueden doler más, se pudo apreciar que las formaciones fueron distintas en más del 90% de su estadía ocupando dos alineaciones fijas 4-3-3 y el 3-4-3 famoso ante River Plate de Uruguay y ante San Luis de Quillota luego del 8-1 ante Ohiggins el semestre anterior, dónde claramente siempre se vio a un equipo confundido e intentando llegar al arco con individualidades forzadas más que de sentido táctico que se trabaje en la semana. Visualmente el juego que intentaba proponer Beccacece era fácil de doblegar y de leer para el entrenador rival, que bastaban un par de indicaciones para que esta U se viera realmente mal y ansiosa en su juego.
Esta U va a repuntar y lo más probable es que se descomprima el plantel con el interinato hasta que llegue la nueva cara al mando, pero lo más importante es volver a la mística, no ver este aburguesamiento, y por sobre todo, no dejar pasar en esta situación la paupérrima gestión de Carlos Heller y su directiva, el cual no están aprendiendo nada de lo que realmente es y significa ser del cuadro mágico.
Por Romina Jorquera