• Jue. May 15th, 2025

– Hola amigo, quería contarte mi historia. Quizás no tiene mayor relevancia, pero para mí sí es importante. No se si la puedo contar por acá.

– Si para usted es importante camarada, tiene toda mi atención. Puede contarla por acá sin ningún problema, lo que si, debo decirle que estoy trabajando en una serie de historias ya programadas, pero si tienes paciencia, podemos trabajar en la tuya más adelante. Un abrazo. Viva La U.

– Muchas gracias, no estoy apurado, solo espero que no se olvide en el tiempo.

– Claro que no camarada.
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Aquel mensaje Alvaro lo envío el 16 de mayo del 2018, más de un año ha pasado, jamás me reclamó nada durante ese tiempo. Confirmó entonces algo que es innegable en nosotros los hinchas de La U; ¿o acaso alguien nos puede enseñar lo que es saber esperar?.

Por otro lado, ¿quien soy yo para decidir que historia es importante o no?. Los únicos métodos de medición están dentro de cada uno, específicamente en una simbiosis emocional entre la memoria y el corazón…

… Lugar donde se crean, nacen y viven los recuerdos.
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Mi historia se remonta al año 1995, específicamente aquel inolvidable 03 de diciembre, un regalo de navidad más que anticipado y que comenzó de la mejor manera, goleando 5 – 2 a Provincial Osorno, con goles del Polaco Goldberg, el Pato Mardones en dos oportunidades y otros dos de uno que ya tenia credenciales de idolo, Don Marcelo Salas Melinao. Eso ocurrió en abril.

La U caminaba a pié firme en el campeonato; ¡27 goles en 8 partidos!. Era un sueño que tuvo un breve despertar contra los innombrables, en el estadio de siempre. Sin embargo, meses después, cobrariamos venganza en nuestra casa, con goles de aquella dupla inagotable: el «Mataor» y el «Matador».

Recuerdo que aún estaba en el colegio y la semana se hacía larga, yo sólo quería que llegara ese día y poder ver a La U. En la televisión hablaban sobre el posible bi-campoenato, habia una expectación enorme. Al otro día saldrian a la venta las entradas, así que hice la cimarra y me fui con el uniforme del colegio, camisa afuera del pantalón y mi camiseta de La U en la mochila. Me la había regalado mi abuelita, una replica del año 92′ con el auspiciador de Deportes Player en la parte de arriba, la cual aún conservo y que hoy vale más que cualquiera de utileria.

Tomé la micro 412, amarilla claro, con recorrido por Recoleta, San Antonio, Alameda, Diagonal Paraguay, Portugal hasta Irarrazabal, ahí cruzaba Vicuña Mackenna derecho hasta traspasar Campos de Deportes, donde antes había un local de Blockbuster, ahí me bajé y me puse a caminar con mi camiseta, como quien dice, pegada a la piel. Pase por fuera de «El Parrón», local donde nos juntabamos a hacer la previa y luego el tercer tiempo, pero estaba cerrado, así que llegué a la sede, en donde estaban otros Bullangueros entre ellos Walter Sagal. Saludé y seguí caminando hasta el Nacional, la fila era enorme.

No obstante, sabía que no podía quedar afuera, así que me puse de inmediato a machetear. Logré hacer mi entrada, me alcanzó incluso para el menú básico pero para nada despreciable: unas cervezas y un pan con chancho, e incluso me sobró plata, por lo que me sentí muy bien porque jamás había tenido tanto dinero en mis bolsillos. Recuerdo llegué a la casa y le dije a mi mamá (Q.E.P.D.) que iba a comprar una bebida y me sentí grande, almorzamos juntos y fue lindo, quizás sea uno de los almuerzos que más recuerdo, es como si la estuviera viendo. Al otro día fui al colegio y le conté a mis compañeros lo que había hecho; en el curso éramos sólo dos compañeros (aparte de mí) de la U, los demás de otro equipo, inclinada la balanza hacia lo más fácil claro, pero no importaba.

Un día de semana mi vieja me mandó a pagar una cuenta al centro y como de costumbre me desvíe al Euro; me gustaba ver poleras, zapatillas, video juegos, pero lo que llamó mi atención fue una tienda en donde vendían tinturas para pelo. Pasé y pregunté su valor, 6.000 me respondieron e hice entonces, medio enserio medio en broma, la siguiente pregunta: ¿tiene azul?. ¡Si! me dijeron. Hasta ese entonces no sabia muy bien que hacía, pero siguiendo mi impulso realicé una última pregunta: ¿y como se echa?. Pregunté mirando el embase el cual tenía todas las instrucciones en chino, una no muy buena señal pero, seguí adelante escuchando la respuesta de la vendedora. «Te pones guantes plasticos, te echas directo en el pelo y comienzas a esparcirla». No podía ser mas fácil la cosa, asi que la compré con la plata que aún me quedaba del machete, la guardé en mi mochila y me fui a la casa.

Mis viejos obvio no podían saber nada, no era como ahora que nadie se asombra por un hueón con la cabeza teñida, eran tiempos muy superficiales, de muchos estereotipos, pero mi locura de teñirme el pelo no era con la intención de derribar nada, sentía que en ese momento era la prueba más grande para expresar mi amor por La U así que me fui a la casa de un amigo previo al estadio y comencé con la locura.

Entré al baño, nervioso, me puse los guantes y cuando abri la caja, el contenido era un tubo, similar al de las tintas para tatuar, empecé a echarme sin medir consecuencias, el pelo realmente me quedó azul, me sentía extraño pero a la vez contento, me preguntaba que diría la gente en la calle. Mi amigo fue el primero en cagarse de la risa, pero no me importó, asi que me puse mi camiseta y me fui al estadio.

La gente me miraba, algunos decían que genial, otros movían la cabeza en señal de negación, pero yo sentia que de alguna manera a La U le gustaba. Además, cualquier cosa estaba permitida ese día, el Bulla había salido campeón, bi-campeón contra Temuco y pude vivir ese acontecimiento con mi pelo azul.

Después de la celebración llegué a la casa a lavarme el pelo, pero la tintura no salía con nada, al colegio no me dejaron entrar por lo mismo, nunca supe que me había echado y me tuve que pelar al cero, sin saber que con él pasar del tiempo, jamás me volvería a crecer cabello en esa parte de la cabeza y así fue como quede pelado hasta el dia de hoy. Algo muy tragicomico porque eran tiempos en donde la mayoría lucian orgullosos sus cabelleras largas y yo el único hueón pelado a esa edad.

Tiempo después me hice un tatuaje, una «U», pero con máquina tipo portaminas porque no había dinero para algo más caro, ósea que podría decir que no aprendí una mierda de mi experiencia con la tintura China jajaja. Saludos camarada, ¡AGUANTE LA U!.
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Demostraciones de amor a la Universidad De Chile hay de todos los tipos. Anécdotas que esperan semanas, meses o hasta años para ser contadas. Sin embargo, Alvaro es mucho más que sólo una anécdota. Sus cercanos lo definen como un barra de esos que intimidan, principalmente por su gran tamaño, pero es un tipo de una calidad y solidaridad que muy pocos tienen.

Confiable, respetuoso, esforzado, trabajador. Buen amigo, fanático por el Matador y enamorado a más no poder de su esposa.

La vida lo ha herido un par de veces, las necesarias para ver caer a cualquier gigante. No obstante, ha sabido ponerse de pié como lo hacen los elegidos, aquellos que, injusta pero selectivamente por su fortaleza están destinados a cargar con el peso de perdidas tan importantes y a tan temprana edad.

Alvaro es una gran persona y un gran barrista. Creador de los primeros lienzos de Rekoleta, algunos actualmente de caracter históricos junto a su inseparable amigo Maxi (otro gigante), más de alguno recordará el «L. DE A.» con un fondo de muro tipo ladrillos, la insignia al comienzo y un Rekoleta en una de sus esquinas inferiores. Para que hablar de la bandera «Su bravura es feroz» de su amigo Traverzo.

Camarada, no hay plazo que no se cumpla.

The Misfits – American Psycho…♪
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Teñido de Azul.

Pato Wolff.

#historiasdeunbarrabrava #hdubb #ALVAROREKOLETA

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