Realmente, la consigna “si no se sufre no se es de la U” tiene todo de cierto. Ayer, al llegar al estadio extrañó no ver la galería sur repleta, pero como siempre, gran parte de la afición azul llegó tarde. En día laboral, casi todos nos fuimos desde el trabajo al estadio. Resulta lindo ver a algunos hinchas “terneados” y elegantes, con la polera azul en mano, como si hubieran estado todo el día contando las horas para que llegara ese momento. Y de seguro fue así.
Pasaban los minutos y la U no anotaba, pero en ningún momento se pasó por la cabeza que era la misma U de antes, la que estaba destruida. El cambio se notó en cuanto Víctor Hugo Castañeda se calzó nuestra camiseta, hay otras ganas, otra disposición, otra motivación en los jugadores. Si bien seguimos llenos de imprecisiones al momento de tener la pelota en los pies, se nota un nuevo aire.
Los azules tuvieron gran posesión de balón, mucho más que el equipo iquiqueño. Sin embargo faltaba lo más importante, costó mucho concretar. Hasta que llegó la Gata Fernández y nos hizo desahogar toda la ansiedad en un grito de gol. Tan sólo 8 minutos después, Fabián Carmona volvió a anotar y con eso nos sentimos seguros, el partido ya estaba ganado. No obstante, estaba por venir el sufrimiento y nerviosismo más intensos.
Al parecer, el marcador a favor nos hizo pecar de confiados. Iquique terminó empatando el partido y obligó a recurrir a los temidos penales. Quedaba una esperanza de salir victoriosos, aunque el nerviosismo de definir un paso a cuartos de final a través de los doce pasos, es terrible. Apasionante, pero terrible.
Después de siete tiros al arco, una tanda de penales que realmente no terminaba nunca, el gran e infaltable Johnny Herrera nos regala otra alegría, como acostumbra, con su personalidad y pachorra de siempre. Un paso a cuartos de final que fue sufrido, y más de la cuenta. Pero si no se sufre, no sería el equipo mágico. La satisfacción luego de terminado el partido es invaluable, todos los nervios y tensión se transforman en amor, pasión, devoción por la camiseta azul.
No se viene fácil, pero ese mismo amor que traspasa la razón, nos hace esperar la revancha ante la UC con una esperanza fortalecedora, y con la sensación de que esa mística azul incomparable está volviendo a encantarnos.