“Un retroceso de 14 años” se titula la columna de opinión publicada el sábado en la página web de Radio AzulChile. La columna es valiente, objetiva e inapelable. En ella se sostiene que cualquier esperanza que pueda crearse a partir de la llegada del nuevo staff técnico de la U carece de fundamentos. Veamos.
El autor comienza con el Víctor Hugo jugador: traído por Salah cerca de los 30 años, fue más conocido por su lentitud en la creación que por el juego desplegado. No en vano se le apodó “Victortugo”. Luego, repasa el autor lo que más importa en este minuto: su carrera como técnico. De dulce y agraz: buenas campañas, pero ningún título y, lo que es peor, un saldo negativo en clásicos. Sentado en otras bancas, algún que otro día exitoso, pero el final es el mismo: despedido por rendimientos cuestionables.
Con respecto al Capitán, Luis Musrri, el panorama no es mucho mejor: como jugador, ídolo indiscutido de la historia de la U; como técnico, tuvo paso en varias bancas del fútbol nacional, una final de por medio con Palestino, y no mucho más que agregar.
En cuanto al “Scooby” Castañeda, el autor se pregunta, no sin razón, a qué viene: no es el ayudante técnico que levantó la Sudamericana, un tricampeonato y una Copa América a nivel de selección. Si es por currículum, toda réplica a los argumentos levantados por el autor pecaría de inocente.
Ignoro si el autor alguna vez jugó fútbol. Se nota que sabe, eso sí, y mucho. Cita números, cifras y estadísticas. Pero saber de fútbol es una cosa; con la pelotita en los pies es otra. Todas las cifras, los porcentajes de rendimiento y ese juego periodístico, por suerte, pierden validez ante una palabrita que ha copado la vida de todos los que amamos la U: esto es fútbol. Una vez oí a un relator sabio decir que en el fútbol siempre hay una lógica. Claro que sí: pero la lógica del fútbol es más caprichosa que quinceañera malcriada. Un día el puntero de todo el torneo juega contra el último y, sí, pasa lo que nadie espera: el último le gana al primero.
Que lo diga Víctor Hugo: el domingo estaba en frente un rival que, según mi amigo Gino de los Gunners -malo pa’l fútbol, bueno pa’ la cocina- es el que mejor juega a la pelota en el torneo. El Palestino de Córdova viene con ritmo de competencia internacional. Si no era por la fe del bullanga, a prueba de balas, no sé entonces por qué había tanta gente en el Pasional. ¿Qué argumento había en la previa que sirviese para fundamentar un triunfo? Sólo uno: el partido hay que jugarlo; a la cancha no entran los números, las copas, la historia; o entras con la esperanza de que puedes lograr los tres puntos, o mejor te dedicas a comentar partidos. Con la hinchada cantando -Los de Abajo es la hinchada que da vuelta finales- no podemos perder.
Y así fue: 1 – 0 con gol tempranero del juvenil Briceño. Y la tarde de domingo tuvo un brillo especial, un aire de nostalgia noventera recorrió las galerías del estadio de Ñuñoa, nuestra casa, le guste al que le guste.
Quien habla tiene una fe más pagana que cristiana, pero la esperanza es una virtud universal. ¿De qué trata? De la espera. Ahora bien, quién espera cosas probables, no pasa de optimista; mas quien tiene fe en cosas imposibles, en mover montañas, por ejemplo, ése… ése tiene esperanza de verdad. Acaso por ello el fútbol sea una forma de religión: porque los feligreses vamos a la cancha a comulgar con el cuerpo de San Bulla, la camiseta bien puesta.
Y es esa misma esperanza la que nos hace oír, a lo lejos, allá en Macul, la pera tiritona de la contra. Tienen pega esta semana los vendedores de yeso. Indio cagón: ni un bosque de ruda te salva!! Somos de la U: la Fe es nuestra y la ilusión siempre está intacta. El Bulla va caminado para Pedreros.
Por JC de La 17 en el aire