Por fin se cumplía la ilusión de “volver a verte”, como reza el canto de todos los domingos. ¡Qué sería del fútbol si no fuese por la ilusión del hincha! El maltratado hincha del fútbol local, menospreciado por los dispositivos de una seguridad ficticia, y menospreciado por la moderna industria del fútbol, que prefiere la televisación privada al color de los estadios llenos.
Y lo maniatan al hincha. Y le dicen que no podrá seguir a su equipo, que sólo serán 500 las entradas para un pueblo azul que tiene infinitos románticos viajeros, esclavos de la ilusión de ver al equipo dando la pelea contra el rival. Putear la pantalla de la tele no es lo mismo que gritar desde el tablón.
Señores dirigentes del futbol nacional: aunque este sea un aullido en el desierto, nunca se olviden que si pueden vivir del fútbol, invertir en él y generar plusvalía, es porque existen tipos locos que viven contando las horas para que llegue el día de partido, o que enseñan a sus hijos a decir la U antes que papá o mamá. No dejen al hincha sin ilusión. Cuiden ese patrimonio cultural.
Y así la ilusión nos hizo madrugar el sábado. Y luchamos contra una caña endemoniada. 500 muchachos en Valpo rompían la voz. Al frente los loros, en el remodelado Elías Figueroa de Valparaíso. Cancha difícil, siempre, pero ellos venían con problemas de plantilla, con un técnico nuevo y varios jugadores debutantes.
¿Y la U? Esta vez no sólo tenía ilusión. También plata. El plantel más caro del fútbol local, y el quinto de Sudamérica. Un palo verde mensual en sueldos. Bicampeones de América, jugadores históricos, y nombres reconocidos: Jara, Beausejour, Herrera, la “Gata” Fernández. Pero el fútbol está hecho de imponderables, como dicen los relatores de todos los tiempos. Pasan cosas inexplicables, pelotas que botan raro, errores imperdonables, cobros dudosos.
Y los 500 que dejaron todo para alentar en Playa Ancha, y los millones que seguíamos el partido de algún modo, alimentados de ilusión por esta nueva U de Becaccece, rutilante, pomposa, nos tuvimos que meter la ilusión bien ahí mismo porque este equipo, el de los amistosos internacionales contra Estudiantes y Peñarol, no se vio muy bien cuando la cosa fue por los puntos, y contra jugadores que tenían esa ilusión que la U mostró sólo a chispazos.
No mucho para decir del juego: La U efectivamente tuvo la posesión del balón, pero al frente existió un equipo que se hizo fuerte desde sus deficiencias, como equipo uruguayo. Una vez un hincha de Peñarol, con ese tono gritón propio del Río de la Plata, sentenció: “¿Cuándo tuvimos fútbol los uruguayos?” Así y todo dos veces campeones del mundo, porque potencian el aspecto físico, el pulso del juego. Así jugó Wanderers. Esperando en propio campo y enviando bombazos a la espalda de los laterales.
Cuando La U con su plantel estelar proponía o trataba de proponer con el balón, ¡bum! el primer bombazo a la espalda de Beausejour. La jugada no pasó a mayores, pero fue un llamado de atención: el equipo estaba descompensado en la retaguardia. Becca grita, no sabe uno si con desesperación o con sabiduría. Hasta que vino el momento decisivo en un partido cerrado como el propuesto por los loros: 27’, contragolpe, bomba a la espalda del Mati Rodríguez, Vilchez sale a cubrirle la espalda, y Jara queda con un problema grave, o defender como último hombre, o correr marcando al 9 de Wanderers. Resultado: Jara no hace ni lo uno ni lo otro, queda a medio camino entre el centro y el cabezazo del loro, que ganó la posición como delantero experimentado. Johnny quizás pudo hacer algo más, pero queda esa impresión sólo porque el cabezazo fue malo y el Johnny, que estaba mano a mano, se la jugó igual. 1 – 0 en contra y, a la larga, 1 – 0 final.
Becca no dio con la clave del partido. No sólo es su culpa, eso si. Maturana, en el balance general, fue una decepción: demasiados centros malos. La “Gata” Fernández: un elegante como Don Gato, un bailarín, pero sucumbió ante el juego agresivo y ordenado del rival; otra decepción. En cuanto a Beausejour: intrascendente, pero tiene una velocidad más que los otros y saca centros sin ángulo. Lo más valorable, lejos: Felipe Mora. Empujó solo, peleó solo, y eso se agradece. Tiene pasta para 9 de la U. Con respecto al Seba Martínez, con un poco de dolor digo esto: o aprende a jugar simple, o Lorenzo Reyes lo va a sentar en la banca un rato largo. Pero no hay que ser malagradecidos con el sacrificio que pone el chino Martínez cada vez que juega.
El resto es música. Perdimos porque el fútbol es así, no todo lo que brilla es oro. Y esta vez, el gran responsable, el PublicEnemy N°1: Becaccece.
Pero Bulla levanta la cabeza y verás… No engordemos a la prensa, decía tras el partido el histórico Rod Flaco Alcohólica, curao’ como un mono. Y esa es la misión del hincha: alentar con más pasión el próximo domingo, porque este plantel es un lujo, sí, pero un lujo que necesita una inyección de sangre, que necesita empaparse de la ilusión y el orgullo de ser hincha de la U, como dice una bandera en la hinchada.
Por JC de La 17 en el aire